En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Flores presentará nuevamente “Silencio Amplificado”, una intervención que reúne objetos cerámicos elaborados con técnicas prehispánicas, históricamente vinculadas a la producción de vasijas silbadoras. La obra convierte el flujo de hashtags asociados a violencia de género en movimientos y sonidos, revelando la tensión entre ruido digital, denuncia y silencio social.
La intervención se exhibirá en la Librería de (Avenida Libertador Bernardo O’Higgins 1050) del 20 al 25 de noviembre, fecha en la que se realizará un conversatorio con la artista.
Cecilia Flores es artista visual y ceramista, magíster en Artes Visuales por la ۶Ƶ, especialista en cerámica de baja temperatura y en la investigación de técnicas prehispánicas aplicadas a nuevos medios.
Su trabajo explora la relación entre materialidad, memoria social y activación digital en tiempo real, integrando prácticas tradicionales con dispositivos contemporáneos. Ha expuesto en diversas instituciones nacionales, entre ellas el (MAC), consolidando una trayectoria que articula cerámica, tecnología y estudios de territorio.
Estudió Licenciatura en Artes Plásticas con mención en Pintura en la ۶Ƶ, donde simultáneamente profundizó en cerámica. Posteriormente cursó el Magíster en Artes, mención Artes Visuales en la misma universidad. Desde 2007 se vinculó al Taller de Cerámica de la ۶Ƶ como ayudante, y más tarde como docente, labor que ejerce hasta hoy. También es profesora en la Universidad Autónoma de Talca.
Su propuesta artística se centra en la relación entre los materiales y sus funcionalidades de origen. A través de la cerámica, indaga en los desplazamientos entre lo doméstico, lo manual y lo ritual, abordando nociones de temporalidad y lo ominoso.
Desde esa base, su obra incorpora cruces entre técnicas tradicionales, ingeniería sonora y lenguajes de los nuevos medios, generando piezas que se activan mediante datos en tiempo real y que problematizan la violencia, el territorio y la memoria.
—¿Qué te motivó a presentar nuevamente Silencio Amplificado en esta fecha y contexto, y cómo dialoga esta nueva edición con los tiempos actuales?
La invitación surgió en el marco de la conmemoración del Día contra la Violencia hacia la Mujer, y me pareció una buena instancia para seguir circulando el trabajo, sobre todo considerando el retroceso actual respecto de los reclamos de las mujeres. Muchas veces estas denuncias siguen sin ser escuchadas.
Ejemplos recientes, como el caso ocurrido en Reino Unido donde el silencio institucional primó por sobre los derechos de mujeres violentadas, evidencian que estos hechos siguen ocurriendo de manera sistemática incluso en países del “primer mundo”. Eso refuerza la pertinencia de participar en instancias que visibilicen estas violencias.
Aunque la invitación surgió antes de esas noticias, situaciones así muestran por qué sigue teniendo sentido activar este tipo de obras, incluso desde pequeños aportes, para no caer en el silencio.
—¿Qué elementos nuevos incorpora esta versión de la instalación en comparación con la original? ¿Hubo transformaciones técnicas, estéticas o conceptuales?
Ahora el sonido podrá experimentarse desde la calle, trascendiendo el espacio institucional del museo y conectándose con personas que no necesariamente visitan exposiciones. Eso reactiva el espacio público y amplía el alcance del trabajo.
También se incorporan los hashtags vinculados a violencia contra la mujer, que operan como ejes de activación, y la muestra tendrá cinco piezas en vez de siete, en sintonía con el foco de la conmemoración.
El montaje en una librería genera una atmósfera más casual y doméstica en contraste con la presentación anterior en el MAC, que tenía una visualidad más neutra y “pulcra”.
—La obra se alimenta de datos en tiempo real desde redes sociales. ¿Cómo ha cambiado esa dimensión digital con el paso de los años y qué impacto tiene en la experiencia del público hoy?
Los hashtags siguen siendo prácticamente los mismos porque la obra opera según su circulación orgánica. Ya en el estudio inicial se identificaron los que tenían mayor movimiento y, lamentablemente, esa actividad persiste porque las problemáticas no han cambiado demasiado.
Desde lo operativo, sí han surgido modificaciones como el paso de Twitter a X y sus nuevas condiciones de acceso, lo que afecta el funcionamiento técnico. Sin embargo, la frecuencia de activación se mantiene estable y el lenguaje no ha variado significativamente.
La permanencia de consignas como “Ni una menos” o “violencia machista” muestra que los reclamos continúan vigentes, y que la obra sigue activándose precisamente porque esas demandas no han sido resueltas.
—¿Podrías profundizar en la paradoja del “silencio amplificado”? ¿Qué significa para ti hacer que el silencio doméstico se vuelva sonido frente a la violencia?
La idea surge de cómo, en redes sociales, la saturación de lenguaje puede volverse contraproducente: cuando hay demasiado ruido, los reclamos dejan de escucharse. Ese exceso se transforma en una forma de silencio. Esa contradicción es la que busco amplificar mediante las piezas sonoras, que registran lo que ocurre en las redes y lo traducen a un sonido físico que evidencia esa saturación.
Trabajo con esos opuestos, silencio y amplificación, para expresar que, aunque la denuncia se multiplica, muchas veces no logra trascender.
—¿Tienes pensado continuar desarrollando Silencio Amplificado u otras obras que combinen arte, tecnología y memoria social?
Sí, estoy proyectando obras que combinen cerámica y nuevos medios, integrando acciones remotas y explorando cómo los espectadores pueden activar o afectar la obra.
En Silencio Amplificado la activación es inconsciente: alguien puede estar escribiendo desde otro país sin saber que mueve una pieza en Chile. Me interesa ahora explorar un rol más consciente y participativo del público. La idea es seguir desarrollando proyectos donde la relación entre materia, tecnología y memoria social genere nuevas formas de interacción.