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Entrega póstuma de Medalla Rectoral a Jenny Assael

Con agradecimiento y emoción hemos escuchado las palabras pronunciadas durante esta solemne ceremonia, mediante la cual se celebra y agradece la vida y la obra de Jenny Assael, distinguiéndola en forma póstuma con la Medalla Rectoral.

La distinción “Medalla Rectoral” –como escuchamos– se concede a integrantes de la ۶Ƶ universitaria que hayan realizado acciones y servicios en favor de la Universidad, que hayan mostrado una especial capacidad y dedicación o se hayan destacado en acrecentar el prestigio de la Universidad a nivel nacional o internacional.

Pienso que ustedes coincidirán conmigo en que esta definición, a pesar de su noble propósito, resulta insuficiente cuando se trata de Jenny Assael, pues pareciera que no logra captar en su totalidad la magnitud de su ser excepcional. Hay algo que no queda expresado, algo que falta, para describir cabalmente el significado de esta ceremonia.

Tal vez porque Jenny nunca fue una mujer de medallas. Su grandeza estuvo siempre sostenida por una fuerza que nacía de la humildad, profundamente enraizada en su ser austero y dulce. Su contribución intelectual en el campo de la psicología educacional, marcada por su constante disposición a escuchar para comprender, a ponerse en el lugar del otro, a amplificar voces, es reflejo de esa cualidad de ser fuerte y humilde al mismo tiempo. “Soy, porque somos”, dice el Ubuntu; somos en la medida en que interactuamos, y eso siento que la representa mejor.

En tiempos en que se vuelve escasa la confianza, cuando los y las jóvenes parecen tener dificultad para encontrar en las generaciones que les anteceden modelos inspiradores, Jenny emerge como excepción, como maestra de muchos y muchas, como maestra siempre, para convertirse en conciencia desde la compasión.

Seguramente de tanto escuchar con mente y corazón abiertos a profesores y profesoras, fue absorbiendo esa sabiduría que resulta del ejercicio de la maravillosa profesión docente, y fue haciendo suyas las historias de vida de otros y otras, ofreciéndoles un hogar mientras profundizaba su comprensión de lo que implica dedicar la vida a la enseñanza en Chile.

Estamos viviendo en tiempos en los que esa fuerza pacífica, esa capacidad de señalar lo que no está bien con respeto —pero con firmeza—, se vuelve más necesaria que nunca. Cada día somos testigos no solo de discursos, sino también de acciones regresivas y violentas que, principalmente —aunque no exclusivamente— a nivel internacional, están provocando retrocesos en los derechos fundamentales. Lo que parecía un avance hacia la justicia social y la igualdad, ahora se ve amenazado por fuerzas que intentan desmantelar estos logros.

Nuestro propósito y trabajo para garantizar ambientes educativos cada vez más diversos, equitativos e inclusivos, se enfrenta hoy a una resistencia creciente, incluso se han llegado a prohibir medidas o iniciativas cuyo único anhelo es alcanzar igual dignidad para todos y todas, independientemente de su identidad de género o de su origen.

La tarea de ofrecer espacios de convivencia que permitan fortalecer aquellas cualidades humanas esenciales para el individuo y para el colectivo en los tiempos que vienen se vuelve cada vez más desafiante, precisamente cuando más se necesita aprender a convivir en la diferencia.

Estamos hoy también especialmente llamados como educadores y educadoras a comprender el sufrimiento para aliviarlo, a entender qué lo produce y por qué tantos y tantas jóvenes viven en la ansiedad sin encontrar, a veces, un motivo de esperanza. Jenny, a través de sus escritos, y especialmente a través de sus discípulos y discípulas, nos seguirá mostrando camino y abriendo espacio a una investigación humanizada, basada en la escucha, que pone atención en lo cotidiano y encuentra grandeza en aquello que, muchas veces, no logramos ver.

Los principios institucionales que nos guían se han ido forjando y encarnando como resultado del trabajo académico y de las vidas personales de quienes nos antecedieron, siempre en diálogo con la sociedad. Detrás de cada uno de nuestros valores hay historias de aprendizaje, compromiso y sacrificio que les confieren su solidez y legitimidad. Jenny se funde hoy con esos valores, se hace espíritu plural, crítico, pero también amable, solidario y compasivo.

Orientadas por esos valores, fortalecidos con su vida y sus enseñanzas, continuaremos buscando cumplir el compromiso que se nos ha encomendado. Quizás pasarán décadas hasta que tengamos otra Jenny, o quizás ahí están y aún no las hemos visto. Sea lo que fuere, mientras tanto, entre todos y todas podemos sumar voluntades y propósito, para con una voz plural y comprometida dar continuidad a su obra.

Muchas gracias.

Rosa Devés Alessandri
Rectora de la ۶Ƶ

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