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Presentación del Libro “Un Mundo Perplejo. Treinta conversaciones para comprender el vértigo del presente” de Paula Escobar

A conversar para comprender es la invitación que nos hace el libro “Un Mundo Perplejo”. Escuchar, explicar con espíritu abierto, dispuestos a cambiar nuestros puntos de vista, a entender esa otra forma de ser, de vivir y pensar resulta hoy fundamental. Las cosas están demasiado complejas como para creer que está en cada uno y una el saber cómo enfrentar ya no solo el futuro, sino el vértigo del presente.

El libro, que reúne 30 conversaciones notables, ofrece ideas lúcidas de reconocidos intelectuales públicos, quienes –desde sus respectivas disciplinas y ocupaciones– analizan los inquietantes cambios que atraviesa la humanidad. Pero el libro es más que un compendio de reflexiones inteligentes. Posee también un espíritu, una firme hebra de humanidad que lo recorre, que lo va tejiendo y que no se rinde frente al caos, la incertidumbre, ni la ansiedad. Esa hebra ha sido hilada por Paula Escobar, quien nunca deja de preguntar responsablemente cómo podemos encontrar un camino de sentido frente a los males de este tiempo.

“Ahora es tiempo de entender más para poder temer menos", dice el epígrafe citando a Marie Curie. Esta idea también da título al prólogo escrito por Paula, que ofrece una sabia introducción al tema en cuestión.

Las conversaciones no se limitan a identificar los problemas: también proponen posibles respuestas que pueden –o deben– considerarse para contrarrestar o, idealmente, prevenir los efectos nocivos. Efectos que no solo observamos, sino que sobre los que también tenemos responsabilidad. De este modo, interpela a las conciencias y abre caminos para evitar la parálisis o la negación, apostando por la acción colectiva como vía de transformación.

Los 30 entrevistados y entrevistadas son figuras de destacada influencia en el pensamiento contemporáneo: 16 hombres y 14 mujeres que han recibido importantes premios y reconocimientos, que investigan y enseñan en prestigiosas universidades, o bien son reconocidos escritores y periodistas. La mayor parte de ellos y ellas pertenecen al llamado norte global y provienen de los ámbitos de las humanidades o las ciencias sociales.

Las entrevistas se agrupan en cuatro ejes temáticos: “Enfrentar populistas”, “Navegar la disrupción tecnológica”, “Entender los cambios en una sociedad acelerada” y “Fortalecer la democracia y la paz”. Sin embargo, prácticamente todas ellas podrían estar en un grupo u otro, ya que las temáticas abordadas se inscriben en la complejidad que caracteriza a nuestra época, donde los bordes son difusos y los fenómenos desafían cualquier clasificación.

El libro es un buen compañero para estos días que estamos viviendo y para los tiempos que se avecinan. Como educadora, lo agradezco especialmente, y sé que lo tendré cerca por largo tiempo. Es de esos libros que queremos mantener sobre el escritorio, porque además abre puertas a nuevas lecturas que invitan a seguir explorando.

A continuación, intentaré comunicar algunas de las ideas que se abordan en él, seleccionadas quizás porque resuenan de manera especial con nuestra responsabilidad en el ámbito universitario. La tarea no es sencilla, porque se trata de conversaciones densas en contenido, rigurosas y sin concesiones a la trivialidad. Su riqueza conceptual exige una lectura atenta y, por ello, seleccionar apenas una parte de ellas difícilmente le hace plena justicia. No obstante, con seguridad, ésta será solo una de las muchas instancias en las que se continuará reflexionando a partir de este valioso texto.

Sobre la crisis de la democracia, el autoritarismo y la polarización  

Uno de los temas más recurrentes a lo largo del libro es el fenómeno de la crisis de la democracia, expresada en el avance del autoritarismo y la creciente polarización. Se analizan sus causas, sus efectos y las acciones, tanto individuales como colectivas, que se estiman necesarias para enfrentarlos. La erosión, fragilización o degeneración del sistema democrático están presentes, de una u otra forma, en cada una de las entrevistas. En algunos casos, este es el foco principal de la conversación. En otros, aparece como un trasfondo que influye en distintas dimensiones de nuestra vida en común, como la forma en que nos relacionamos, cómo educamos o cómo respondemos colectivamente a desafíos globales, como el cambio climático.

El historiador Timothy Garton, profesor de la Universidad de Oxford, conversa sobre el ascenso del populismo radical y la efectividad comunicacional de lo que denomina “plutopopulismo”, que habla a las emociones con mensajes simplistas, exacerbando el miedo y la ira, atribuyendo la culpa siempre a los demás, a los distintos – apuntando especialmente a los inmigrantes. En este mundo emocional, afirma Garton, uno de los errores del liberalismo ha sido haber hablado siempre a la mente y no al corazón.

Advierte que lo más grave respecto del populismo es cuando se logra la captura del Estado y éste se enraíza en sus entrañas.

Eva Illouz, reconocida socióloga y profesora en la Universidad Hebrea de Jerusalén, resalta que el populismo siempre subordina el interés colectivo al interés individual y que, en la última década, los principios fundamentales, por los que tanto se ha luchado, están siendo descartados o ignorados: “la factualidad, la creación de consensos, la deliberación, la tolerancia… todo parece estar amenazado desde el interior mismo de la democracia”. También nos alerta sobre las fallas de las socialdemocracias, las que en sus palabras “han perdido el contacto con la clase trabajadora, que debe soportar la excesiva visibilidad de quienes viven mucho mejor, lo que genera una sensación de invisibilidad y de muerte social”.

Y el populismo sabe dónde atacar. Thomas Friedman, uno de los más reconocidos analistas políticos a nivel global y columnista del New York Times, advierte –en junio de 2023– el peligro de un ataque directo a los dos pilares de la democracia estadunidenses: la capacidad de transferir el poder de manera pacífica y legítima, y la capacidad de mantener un poder judicial independiente.

Illous nos entrega, además, una reflexión sobre la solidaridad y la fraternidad, poniendo el acento en esta última como la más exigente, siendo “realmente el ingrediente clave para una sociedad civil que funcione bien en una democracia”, porque significa que estamos “dispuestos a mirar al extraño, (…) de una manera benévola”, y a “ampliar el círculo de humanidad para incluirla”.

Hay múltiples advertencias sobre el efecto de la desinformación sobre la democracia y el efecto de la información falsa sobre las decisiones, lo que destruye –dice Lisa Hill, cientista política de la Universidad de Adelaide– “la fe en los propios procesos electorales” y, sin eso, “la sociedad se empieza a romper”.

Aceptar las reglas que se han definido colectivamente, conceder una elección cuando se ha perdido y mantener un poder judicial independiente son mínimos para la democracia que deben ser defendidos. Por cierto, para muchos de nosotros y nosotras, la democracia no se agota en su dimensión procedimental: aspiramos también a que sea un sistema capaz de resguardar valores fundamentales y garantizar derechos, promoviendo así una ciudadanía plena, orientada al bien común. En este sentido, la democracia no solo requiere instituciones sólidas, sino también una cultura cívica que la sustente y la renueve constantemente.

En esa línea, Craig Calhoun, destacado sociólogo estadounidense, afirma que las democracias “son siempre incompletas, nunca perfectas, y los ciudadanos debemos tratar de mejorarlas. Las degeneraciones que vemos venir es cuando eso está bloqueado, cuando en vez de aumentar las oportunidades para la ciudadanía de tener una voz en su sociedad (…) las élites, o sistemas, como la economía, bloquean esas oportunidades. Las frustraciones entonces se expresan en populismo, o movilizaciones de ultraderecha, o en extremos antidemocráticos en la izquierda”.

La peor amenaza: el cambio climático

Otro tema transversal son las devastadoras consecuencias del cambio climático, y el que enfrentarlo se ve dificultado por el debilitamiento de la democracia, el individualismo y la desinformación.

Como dice Carlota Pérez, la destacada economista británico-venezolana, “la desigualdad se puede revertir, pero el cambio climático es irreversible”, y el “capitalismo solo reacciona cuando está al borde del abismo” lo que en este caso “tiene consecuencias dramáticas”.

Alexander Betts, experto en migraciones y profesor de la Universidad de Oxford, advierte que “el cambio climático va a ir cobrando fuerza e interactuando con la inseguridad hídrica, la inseguridad alimentaria, la mala gobernanza y la expulsión de las personas de sus hogares, ya que personas no van a poder acceder a las condiciones mínimas para sobrevivir”.

“Para conciliar nuestra libertad con nuestra responsabilidad con el cambio climático, debemos comprender la unidad con la naturaleza, y que somos parte de ella, no solo físicamente, también emocional y psicológicamente”, afirma la escritora Andrea Wulf, por ello es importante, en su opinión, no dejar fuera las emociones por la naturaleza en el abordaje del cambio climático, el que –dice– ha sido hasta ahora demasiado frío.

Existe coincidencia de que el cambio climático no puede resolverse salvo que lo enfrentemos como ۶Ƶ y universalmente, y contra ello conspira el individualismo y la falta de adhesión al multilateralismo.

Por eso, dice Susan Nieman, “lo más importante, políticamente, son las cosas que nos unen, no las diferencias culturales”. En ese sentido, discrepa de los movimientos que se centran en diferencias tribales. “Es importante reconocer que lo que nos hace humanos es más fundamental que las diferencias culturales, y que esa es la base de los derechos humanos”.

La filósofa Adela Cortina piensa que ”el cosmopolitismo es la respuesta ética a la globalización, porque todos somos ciudadanos de nuestros países y, a la vez, ciudadanos del mundo; nadie puede quedar excluido”, se necesita a todos para “resolver con altura humana problemas como la pobreza, el hambre, las migraciones forzosas, las guerras, el cambio climático y ese gran número de desafíos que ponen en peligro el respeto a la dignidad humana y la sostenibilidad de la naturaleza”.

Fortalecer las ۶Ƶes 

Para finalizar, quiero decir algunas palabras sobre nuestra responsabilidad desde la Universidad en el fortalecimiento de las ۶Ƶes.

Algo que ha calado hondo en mi conciencia es lo que desarrolla en su entrevista Margaret Levi, profesora emérita de la Universidad de Stanford, y que refiere al concepto de “Comunidades de Destino”. Todos pertenecemos –dice Levi– a alguna “Comunidad de Destino”, lo que significa que nos hemos alineado con las y los otros integrantes de esa determinada ۶Ƶ bajo la idea de que entre todos nos cuidamos, porque somos parte de una misma historia. De esta forma podemos reconocer como Comunidades de Destino a la familia, la escuela, la empresa, el grupo religioso, la organización deportiva, etc.

Pero, junto con eso, Margaret Levi señala que nuestro desafío debe ser ir creando Comunidades de Destino cada vez más ampliadas y más inclusivas, que atraviesen una variedad de divisiones, de barreras, de fracturas, para contrarrestar la tendencia de crear nichos cada vez más excluyentes y más pequeños.

¿Y cómo podemos ampliar una Comunidad de Destino? Levi dice que, para ello, se precisa encontrar cuestiones que valoremos por igual, lo que no significa que todos pensemos de la misma manera en una Comunidad de Destino, solo que debemos encontrar ese algo que puede unirnos, de manera que reconozcamos un destino común y podamos ir progresivamente sumando a más y más personas.

Muchas veces, en los días posteriores a esa lectura, he pensado en ese principio al tomar una decisión. Tomar conciencia de aquello no es trivial, ayuda a comunicarnos, a bajar la barrera –como ha dicho la gran María Ressa– y a humanizar las decisiones.

En la ۶Ƶ, luego de un año de reflexión sobre nuestra historia de quiebre democrático, a raíz de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado, y en respuesta a los principios anteriormente señalados, nos comprometimos a abordar el desafío de fortalecer la educación para los Derechos Humanos, para la democracia y la paz. Una educación que permita a nuestros y nuestras estudiantes ser agentes de esos derechos.

Honrar este compromiso requiere trabajar en distintas dimensiones. Avanzar en diversidad, equidad e inclusión, valorando la diversidad interna y apoyando debidamente a los y las estudiantes en su progreso académico, en su desarrollo integral y su empoderamiento. Asimismo, se requiere desarrollar una cultura universitaria, la cual –sin perder fidelidad a su espíritu crítico esencial–, también acompañe, acoja y proteja, generando un espacio seguro para el crecimiento personal y comunitario.

Sin embargo, al mismo tiempo de que avanzamos hacia espacios educativos más justos y humanizados, estamos observando ya no solo discursos regresivos o acciones aisladas, sino políticas sistemáticas que expresan desconfianza, o incluso atacan, lo que se ha llamado peyorativamente, “ideología DEI” (Diversidad, Equidad e Inclusión) o “ideología de género”, para el caso de las políticas de igualdad de género.  

Junto con eso, estamos viendo desplegarse frente a nuestros ojos una verdadera cruzada contra el conocimiento científico, históricamente entendido como bien público, el que está siendo intervenido desde las lógicas del poder autoritario en total maltrato a la libertad académica. Avanzar en esa dirección no solo comprometerá el desarrollo, sino también la paz.

Por ello, hoy no solo es preciso defender nuestros enfoques inclusivos y la racionalidad de nuestras conversaciones y decisiones públicas, sino que debemos educar para sostener esa defensa, especialmente en los tiempos difíciles que se avecinan, en los cuales estos serán más necesarios que nunca.

Muchas gracias.

Rosa Devés Alessandri
Rectora de la ۶Ƶ

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