Conmemoración de los 160 años del fallecimiento de Andrés Bello - Biblioteca del Congreso Nacional y ۶Ƶ
Recordar hoy a Andrés Bello, y hacerlo conjuntamente entre la Biblioteca del Congreso Nacional y la ۶Ƶ, reuniendo a estudiosos de su obra en distintos ámbitos, no es sólo un justo homenaje al hombre sabio o al fundador ni tampoco un mero ejercicio intelectual. Es también un gesto político, porque al aproximarnos a su obra evocamos su ejemplo de rigor, serenidad y espíritu de servicio. En tiempos complejos, cuando se resienten los fundamentos de aquello que él contribuyó a construir, este recuerdo nos invita a reconocer de dónde venimos, para así orientar con lucidez el camino.
Pienso que ha sido esa necesidad de Bello lo que ha inspirado esa urgencia de traerlo al presente y los últimos homenajes, como el realizado hace una semana en la ۶Ƶ por la Cátedra Andrés Bello y este encuentro de hoy, cuidadosamente preparado por la Biblioteca del Congreso Nacional, que acompaña el lanzamiento del libro Andrés Bello. Su palabra política. Jurista, senador e intelectual.
Entonces, recordar a Bello hoy no es solo evocar la vida y la obra de un hombre excepcional, del rector insigne o del intelectual público más influyente de América Latina, sino también reconocer en él a un hombre unificador, promotor de la paz y del entendimiento, capaz de comprender a Chile, de señalarle caminos y de darle un lugar en el mundo a través de la palabra.
Así este homenaje coloca, por intermedio de su notable figura, a la buena política en el centro, aquella que no se inspira en personalismos, sino en la voluntad de contribuir al bien común.
Al pronunciar el discurso de instalación de la ۶Ƶ, el 17 de septiembre de 1843, Andrés Bello inauguró un hito fundacional no sólo para el sistema educacional, sino también para la vida de la nación. Con sus palabras, otorgó al país soberanía intelectual y abrió el horizonte de la libertad en todos los ámbitos, orientándolo hacia la senda del conocimiento. Aquella intervención no fue únicamente un acto académico, sino también una afirmación política y cultural de trascendencia al enunciar que el saber constituía un fundamento indispensable para la construcción de la República.
Y es que la figura de Bello encarna la unión indisoluble entre el saber y la vida pública, destacándose como un actor político decisivo en la construcción de lo público para guiar el rumbo de un naciente país independiente.
Como señalara en dicho discurso, el objeto público de la ۶Ƶ sería el de “un cuerpo eminentemente expansivo y propagador”. En efecto, la Universidad desde su creación ha sabido sostener una historia presente, fiel a esta concepción, para ser aquel espacio “donde todas las verdades se tocan”. Cuando esta pluralidad se ha visto amenazada, no hemos dejado de darnos cuenta que poner en riesgo esa libertad que aspira a ser plena, pero también responsable, es el mayor daño que se puede infligir a la Universidad. Tales ideales encuentran también resonancia en el Congreso Nacional, donde ejerció como senador, pues ambas instituciones están llamadas a la libre expresión de las ideas en toda su diversidad, ya que sólo a través de la deliberación es posible el diálogo fecundo que posibilita la transformación social.
Bello comprendió que la educación superior debía constituirse en un motor de emancipación y formación ciudadana, impulsando el desarrollo de un país soberano e independiente. Sostenía que la Universidad debía proyectar la luz del conocimiento sobre todas las áreas del saber y funcionar como un espacio de encuentro para cultivar el pensamiento crítico y el debate público, motores esenciales del progreso intelectual. La idea de que todas “las facultades humanas forman un sistema”, y que los diversos saberes y disciplinas se articulan en una totalidad coherente, orientada a la armonización del conocimiento y al mejoramiento de la vida colectiva, está plenamente vigente.
En tiempos en que proliferan la desinformación y la propaganda de soluciones simples para problemas complejos, mientras emergen refugios identitarios de distinto signo y la racionalidad que debiera orientar el debate público se vuelve esquiva, resulta fundamental proteger espacios donde el pensamiento no conozca fronteras ni se vea restringido por sesgos disciplinares o ideológicos, permitiendo a las personas desplegar plenamente su imaginación y su capacidad de razonamiento. Universidad y política comparten la responsabilidad de contribuir, desde sus respectivos ámbitos, a la resolución pacífica de los conflictos y a la construcción de una convivencia fundada en los Derechos Humanos.
En este contexto, el legado de Andrés Bello nos convoca a volcar nuestra esperanza en la razón, el diálogo y la capacidad transformadora del conocimiento. Que este aniversario sea no sólo un homenaje a su memoria, sino también un compromiso con la tarea que nos legó en cuanto a aportar a la construcción de conocimiento y a la universalización de los saberes, herramientas fundamentales para mejorar las condiciones de nuestro país.
Agradecemos la labor de quienes desde la Biblioteca del Congreso Nacional han contribuido a dar vida a este encuentro y también a la publicación del libro mediante el cual cada uno de los autores nos invita a reflexionar y a actuar. Sin duda, esta obra alimentará el debate público y fortalecerá la convicción de que la educación y la política son, hoy más que nunca, pilares insustituibles de nuestra vida democrática.
Muchas gracias.