Presentación Libro “Salir del Infierno: Historias de mujeres y cárcel” de Ana María Stuven, Verónica Undurraga e Ingrid Bachmann
1. Presentación general
Inicio estas palabras agradeciendo a las autoras Ana María Stuven, Verónica Undurraga e Ingrid Bachmann la invitación a presentar este libro esencial, titulado Salir del Infierno: Historias de Mujeres y Cárcel. Esta obra nos llama a adentrarnos en un mundo marcado por desigualdades, abusos y privaciones de libertad en su sentido más amplio, y a partir de ello, a sumarnos al esfuerzo colectivo de abrir las puertas de salida del infierno.
Hay que ser valiente para leer este libro, dice Ana María Aaron en el prólogo, y tiene razón. Y valientes son también las autoras al enfrentarse al dolor con propósito liberador. Y qué decir las 33 mujeres que han sufrido el infierno antes, durante y después de la prisión.
Los relatos y reflexiones que contiene este libro se sostienen sobre un vínculo respetuoso, que valora la experiencia de vidas a las que hemos vuelto la espalda, al no recordar cada día que el nuestro es un país de muchos mundos desiguales, algunos como éste, inimaginables.
El llamado a tomar conciencia es firme y claro, pero en su base late un espíritu misericordioso. Misericordioso, desde luego, para comprender el dolor que ha marcado la vida de las 33 protagonistas, en tanto mujeres y víctimas de una sociedad que no acoge, no cuida, ni ofrece oportunidades de redención. Pero también es tolerante con quienes hemos fallado en brindar esa protección necesaria, pues no se limita a exponer las falencias del sistema de protección estatal o social, sino que muestra caminos para avanzar hacia una mayor justicia.
Una constante a lo largo del libro es la valoración de la generosidad y la confianza de las entrevistadas, mujeres que se encuentran en procesos de reinserción familiar, social y laboral, que han abierto las puertas de sus hogares y de su intimidad para compartir, a través de un ejercicio de memoria, sus historias de dolor.
A pesar de la cruda realidad que aborda, es un libro escrito desde el amor. Es una gesta por la liberación: la liberación de la esclavitud de la desigualdad, pero también de los prejuicios y de la indiferencia, porque las cadenas están en ambos lados. Para ello es necesario enfrentar los demonios que abundan en sus páginas, no solo los que marcan vidas atravesadas por la injusticia, sino también aquellos que nos fragmentan como sociedad. Porque la deshumanización no es exclusiva del sistema judicial, nos compromete a todos y todas. Este no es un llamado a lidiar con algo que está allá, al otro lado, sino una interpelación directa a cada uno de nosotros, a nuestras limitaciones, nuestros egocentrismos y nuestras cegueras.
Un tema que recorre el texto es la exploración del rol del género en la comisión de delitos, en el impacto de la experiencia carcelaria, en el desistimiento delictual y en los procesos de reinserción social, y en particular el rol de la maternidad. Ésta aparece de forma temprana en la mayoría de las historias de vida cumpliendo un doble papel. Por un lado, como factor que empuja a delinquir para asegurar la subsistencia básica de los hijos; por otro, como fuerza motivadora para el desistimiento y la reinserción. Es así como, si bien en muchos casos actúa como un vínculo protector, no deja estar exenta de dolor, culpa, abandono o relacionada a las heridas profundas de una infancia marcada por carencias y violencia.
Las autoras subrayan que el objetivo del libro no es buscar elementos predictores del delito y mucho menos justificarlo, sino “transformar a la mujer que pasó la experiencia carcelaria, luego de vidas con enormes marcadores de carencia, en un sujeto con una biografía y de relaciones con los otros”. Se trata, dice, de mujeres que sufren “un doble estigma por violar la ley y los códigos de género de lo apropiadamente femenino”, que rompe con la imagen de “la buena mujer”.
Y como lectora observo que lejos de juzgarlas se ha buscado conocerlas, comprenderlas y, en definitiva, quererlas, y querer en un mundo donde el amor ha sido esquivo, es un acto de humanidad que no podemos sino agradecer profundamente, humanidad que inunda estas páginas.
2. Estructura del libro
Desde el punto de vista de su estructura, el libro está organizado en tres secciones que recorren las trayectorias vitales de las 33 entrevistadas, dándoles voz a través de sus propios relatos para conocer sus experiencias de niñez y juventud previas a la comisión de delito, su vida al interior de la prisión y su lucha por la reinserción. Aunque más apropiado sería hablar de inserción, porque la experiencia de marginación social desde etapas muy tempranas es una de las características más evidentes de sus vidas.
Estas voces, a las que se da amplio espacio, son escuchadas con respeto y agradecimiento, y se intercalan con textos sintéticos pero sustantivos, que aportan información fundada en la investigación, los que están escritos en un lenguaje formal, pero accesible a todo lector.
En cada una de las tres secciones, tituladas “Marcas que perduran”, “Habitar la cárcel” y “La reinserción: un proceso en marcha” se comparten las historias correspondientes a cada etapa, componiendo un cuadro coral de vidas difíciles, profundamente marcadas por el infortunio del lugar en que les tocó nacer y crecer.
3. Mujer, delito, prisión y reinserción
Las historias muestran que, para quienes han estado privadas de libertad, el presente está fuertemente marcado por su pasado. Padres prácticamente siempre ausentes, madres que con frecuencia también han faltado. Vidas atravesadas por maternidades precoces, el robo como medio de supervivencia, la violencia intrafamiliar, el miedo y las adicciones.
La muerte se hace presente a través de los varones cercanos, padres, tíos, hermanos y parejas han sido asesinados, en tanto algunos, especialmente jóvenes, han cometido suicidio. Donde hay apoyos, estos provienen de otras mujeres, madres, vecinas, tías, abuelas, las madres de sus amigas y de parejas cuando entablaron relaciones dentro de la cárcel.
Bueno… y la soledad, el desamparo y la droga, siempre la droga.
Los primeros quiebres en sus vidas se producen cuando son menores de edad, incluso a los 11 o 12 años, a través de su relación con las drogas, el delito y la calle.
Respecto al sistema carcelario, se advierte que los recintos penales han estado históricamente pensados para hombres, sin consideración de las necesidades de las mujeres. En una buena parte de los relatos, el consumo de drogas se intensifica o incluso inicia dentro de la prisión. La referencia a un encierro durante el que no hay nada que hacer es frecuente, y esa angustia de estar suspendidas en el vacío lleva a un consumo de escape.
Pero se detectan marcadas diferencias entre distintos penales. Por ejemplo, entre las cárceles de San Miguel y de Rancagua, que presentan todos los estereotipos de un penal de hombres, y la cárcel de San Joaquín, con distintas instalaciones, oportunidades educacionales, laborales, de rehabilitación de dependencias, aunque dentro de esa prisión también se observan diferencias entre diversas secciones o pabellones.
En las palabras de las autoras, “las condiciones de vida de la cárcel son tan precarias e indignas, que el habitarla es en sí misma una vulneración a su dignidad y un obstáculo a sus esfuerzos por cambiar y mejorar”. Es necesario mencionar –sin embargo– que algunas entrevistadas admiten que haber caído a la cárcel pudo haber significado un escape desde la marginalidad, la vulneración y la autodestrucción.
El otro aspecto que el libro aborda críticamente es la posibilidad de “reinserción social” en las condiciones actuales, y se plantea la pregunta: ¿cómo se inserta laboralmente alguien que nunca ha tenido un empleo formal, que además carga con antecedentes penales y que, por si fuera poco, enfrenta la desigualdad de acceso al trabajo que existe en Chile para las mujeres?
Entre los factores que fortalecen el desistimiento están la maternidad, independencia económica y no presentar consumo de alcohol y drogas. Si bien el deseo de recuperar o establecer vínculos familiares aparece como un motor de cambio relevante para el desistimiento, las responsabilidades familiares sin apoyo pueden ser una barrera.
Y la cárcel puede tener efectos ambivalentes. Con los apoyos adecuados puede dar inicio a la reinserción, pero si estos no están puede producir contagio con la criminalidad, desvinculación social y suicidio. Por eso se advierte que se debe tener extremo cuidado con el llamado “populismo punitivo” y valorar el rol de las ONG que contribuyen a que la reinserción pueda comenzar durante la permanencia en el penal, y que son fundamentales para la construcción de vínculos de confianza, como es el caso de la Corporación Abriendo Puertas.
Una vez afuera, la libertad se conjuga con el miedo y otros dolores, como la pena de la pérdida de los hijos. Dramáticamente, al recuperar la libertad, apenas el 18% de las mujeres tiene una pareja que no está vinculada al delito; en el caso de los hombres es 57%.
La reinserción efectiva requiere de oportunidades laborales, pero en el caso chileno el Estado no es un agente real en la oferta de trabajo para hombres y mujeres que han delinquido. Existen restricciones legales e incluso inhabilitaciones para cargos de mayor responsabilidad.
Se enfatiza también que es importante que los apoyos a la reinserción se inicien tempranamente, se diseñen según necesidades individuales e incorporen un acompañamiento sostenido en el tiempo, que incluya el tratamiento de adicciones, así como apoyo integral a la familia y a la maternidad. Es por ello que dar sustentabilidad a las ONG es fundamental.
Igualmente, se señala la importancia de incluir la perspectiva de género en la ley de ejecución de penas, avanzando a sanciones sin medidas de privación de libertad y acelerando procedimientos judiciales.
4. ¿Y qué hacemos nosotros y nosotras después de cerrar el libro?
Esta es una pregunta que cada uno y cada una debe responder desde el lugar que ocupa en la sociedad, sus responsabilidades y sus experiencias:
Desde la Educación Superior, este libro –además de resaltar el valor de la investigación interdisciplinar enfocada hacia los problemas más acuciantes de nuestra sociedad– nos hace un llamado a:
- Nunca dejar de estar conscientes que la nuestra es una sociedad desigual, por lo que en nuestras propias ۶Ƶes universitarias hay trayectorias vitales muy distintas, las cuales deben preocuparnos para efectivamente favorecer el desarrollo de todos y todas.
- Es preciso estar atentos a normas que pasan inadvertidas y que perpetúan las dificultades y barreras, si no abordamos nuestra tarea con un sentido de justicia. Esto puede manifestarse en inequidades en el acceso a los estudios y a los cargos, pero también –por ejemplo– cuando aplicamos de manera acrítica o irreflexiva criterios para decidir la permanencia de un estudiante en la Universidad debido a problemas de rendimiento. Todos hemos escuchado decir “no se esforzó lo suficiente” sin analizar previamente los condicionantes de ese aparente fracaso, o “no pidió ayuda”, como si la disposición a pedir ayuda no estuviera marcada por las tantas veces que se pidió y no se recibió.
- Igualmente, importante es recordar, cuando aplicamos sanciones por faltas a la convivencia, que es necesario avanzar hacia el ejercicio de la justicia restaurativa, como señala Ana María Aarón en su prólogo.
Y, a modo de conclusión, solo agregar que este libro se inscribe en el llamado a comprometernos y alinearnos en el cuidado recíproco, y en la idea de que sólo conociendo a los demás nos conoceremos a nosotras y nosotros mismos.
Muchas gracias.
Rosa Devés Alessandri
Rectora de la ۶Ƶ